martes, 31 de enero de 2012

Perdón por la (des)información



Es que estos días he andado un poco liado con el tema del viaje y la recuperación de él. Como bien sabéis, este fin de semana lo he pasado en Rovaniemi, después de un viaje un tanto loco que Google Maps califica como absurdo. Aprovecho el tiempo muerto que me deja la lavadora para escribir, pero todavía tengo cosas que hacer, así que escribiré tan rápido como mi dominio del teclado QWERTY me permita.

Fueron 16 horas de viaje hasta Rovaniemi. Paramos en Parikkala, paramos de nuevo en Tikkurila, y volvimos a parar infinidad de veces a lo largo del camino. ¿El motivo? Se trataba de un convoy de 38 vagones. En vez de usar varios trenes a diferentes sitios, unen todos en el mismo que va por una vía común, y luego se desacoplan poco a poco para llevarlos a sus respectivos destinos. Tampere, Lahti, Parkamo, Oulu y mil más que no recuerdo. Este último trayecto fue nocturno, por lo que mucha gente ni se enteró, pero algunos ya saben que eso de dormir durante un viaje no se me da nada bien (Algo que me pasó factura hasta hace un rato), a pesar de que nuestro vagón, el 25, era bastante cómodo. Estuve hasta las 2:30 más o menos en el vagón restaurante, disfrutando de un botellín de medio litro de agua que me costó la friolera de 2,20€, ya que la botella que compré en el supermercado el día antes se me olvidó en Tikkurila, lo dejé un momento en la nieve para que se enfriara y nunca más lo volví a ver. Además, di varios paseos a lo largo de todo el tren, de una punta a la otra. El próximo tren nocturno que tome, me plantearé muy seriamente lo de pedir una cama, aunque sea más caro.



Llegamos a Rovaniemi a poco más de las 8 de la mañana, bajamos del tren y nos encontramos que estamos a unos cálidos -20ºC, aunque con el cielo nublado. Tomamos el camino hasta el B&B, que se llamaba Kesäpirttilä, con ánimo de publicidad, pues nos salió bastante bien la jugada, era un sitio muy bueno. El único inconveniente es que no tenía señalización alguna, menos mal que llevaba el GPS en el teléfono. La casera nos acogió muy bien, nos invitó a tomar un té y a dejar nuestros equipajes allí, mientras nosotros pasábamos la mañana en el Museo del Ártico, que me gustó mucho, y donde no compré souvenir alguno. Comimos un poco de comida rápida y volvimos a hacer el check-in. Chimenea, televisión y sauna de las que funcionan. Volvimos a salir, esta vez al Korundi, que junto a la entrada del Arktikum, costaba sólo dos euros. Si llego a saber que es un centro de arte moderno, no los pago. Después, fuimos a cenar a un restaurante, algo que salió un poco caro, pero comimos reno, que es cierto que está bueno, pero no es ninguna delicia del otro mundo. También paseamos un buen rato por la urbe, y creo que en mi vida pasé más frío que aquella noche. De vuelta en el hotel, probé la sauna, y la nieve tras la sauna (No publicaré la fotografía que lo demuestra).

El día siguiente tocó despertarse relativamente temprano (Y después sabréis a qué me refiero con lo de relativamente), pues a las 10 y cuarto había que tomar el bus que nos llevaría hasta el Círculo Polar Ártico y que costaría 7€ (Ida y vuelta). Existe otra historia paralela al tema de ir de un sitio a otro y que tampoco desvelaré por este medio. Llegamos a Santa's Village y allí nos esperaba la mujer que nos llevaría hasta la granja de renos. Despues de comernos un Rudolf, estaba bien conocerlo y que nos paseara un rato. Fue una actividad cara, muy cara, pero estuvo bien, y acompañados por una familia de unos 20 italianos que pagó más que nosotros porque llegaron en moto-nieve. Markku, nuestro sami particular, nos dio un "carné de conducción de renos" de validez internacional. Os podéis imaginar la validez que tiene... Cometimos un error, y fue ir a ver a los renos en esta época del año, pues los renos pierden los cuernos en estas fechas, y algunos tenía un cuerno, o ninguno, y todos tenían las correspondientes heridas por ello. Después de ver a los bichos, volvimos a ver al Gordo de Rojo.

Allí nos comimos una hamburguesa... de reno. El reno siempre se sirve con mermelada de lingonberries (Lo siento mucho, pero para mi, toda la fruta típica finesa son arándanos), arándanos rojos según un diccionario electrónico. Y nos paseamos por el pueblecito. Cmo podéis imaginar, está todo altamente comercializado, pues hay que pagar por todo; hay más tiendas de souvenirs que todas las atracciones juntas. Vimos un tobogán de hielo, por el que nos tiramos unas cuantas veces. Entramos en el bar de hielo, Arctice, exquisitamente realizado dentro de un iglú. Caro, muy caro, Rovaniemi es un tragadero de dinero. 12€ sólo por entrar, más otros dos por un triste chocolate caliente.

Al salir de ahí, tocó el plato fuerte. Tras hacer cola detrás de una caterba de chinos, japos, coreanos o lo que fueran, nos tocó ver a Papá Noel, pero al de verdad, no las imitaciones de supermercado. Obviamente foto con él, que tampoco fue barata. Y a partir de aquí, rienda suelta al instinto consumista: Una figurita de Swarovski especialmente hecha para la tienda atravesada por el Círculo Ártico y de edición limitada (El dependiente me regaló tres juegos de monedas finesas de 1 y 2 céntimos, por la cara. Mi eterno agradecimiento.), una lata de carne de reno, y mil cosas de las que me abstuve de adquirir; BBVA me va a matar muy pronto. Entre estas abstenciones se encuentran los vasos de Aalto, que se iban a 55€ cada uno. Había otras cosas, gratuitas, como poder hacerte una foto en el ya más que hablado Círculo Polar:

Aunque esté un poco oscuro, el de rojo en la foto, soy yo.

Volvimos a Kesäpirttilä a descargar nuestras cosas, y otra vez al centro de la ciudad. Era domingo, por lo que casi todo estaba cerrado. Así que cenamos en un chino, queriendo no gastar demasiado; pero qué leches, estamos en Finlandia y aquí todo es caro. Había un objeto en una de las tiendas de souvenirs, le hubiera echado una foto de no ser porque estaba expresamente prohibido. Era una taza, partida por la mitad, o sea, con un lado plano, en la que se leía: "Finlandia es un país tan caro, que sólo pude permitirme media taza." Y tanto que era cierto, 6€ por la chorrada. Pero a lo que iba del chino. Después de buscar por todo el menú en inglés, buscando platos similares a los que tenemos en los chinos españoles, y no encontrar nada, y precios por los que hubiera preferido volver a comer reno, pedí arroz con pollo. Afortunadamente, eran platos muy grandes, y acabé saciado. Pero caro, muy caro.

Y de nuevo al B&B. Llegamos a las 11, pero tras la pertinente ducha y encender la hoguera, nos acostamos a las 12:30. Y a las 4:30 en pie de nuevo. Eso, para un profesional del sueño como yo, es mucho menos que una siesta. Pero bueno, menos da una piedra. El check-out lo hicimos antes de acostarnos, informando a la propietaria que nos iríamos muy temprano y no queríamos despertarla para esto. Salimos con una burrada bajo cero, andando a la estación de autobuses. Llegamos a las 5:45, y nuestra máquina salía a las 6:00. No es la primera vez que Finlandia me sorprende en este aspecto, pero es tan despiadada que puede hacerte esperar a la intemperie: El edificio de la estación estaba cerrado, así que a esperar en un banco. Pues bien, si el bus salía a las 6:00, llegó a nuestra parada a las 5:59.

Dirección Oulu. Llegamos puntuales, tras 3 horas y media. Nos metimos en los últimos asientos, esperando dormir un poco en soledad, pero yo no dormí, que sorpresa. A veces llegaba a momentos de duerme-vela, interrumpidos por las constantes paradas del autobús a recoger y dejar a gente. Por lo tanto, tampoco fuimos solos. En Oulu, Lusitania quería ir al baño de la estación, y descubrieron que en este país, ¡se paga un euro para mear! Yo ya estaba curado de espanto, de cuando tuve que atender la llamada de la naturaleza en un establecimiento de comida rápida tremendamente conocido y patrocinado por un payaso de la ciudad belga de Brujas. Pero esta vez fueron sólo 0,20€. Me voy a contener y no contaré la respectiva anécdota.

Tomamos otro autobús hasta Savonlinna, no muy directo que digamos, y que atravesó media Finlandia en unas 9 horas. Pintaba bien, era un aparato de aparente reciente fabricación, pero la calefacción no funcionaba. Y eso en este país, duele. Chaquetón y todo puesto mientras yacía reclinado en mi asiento de ventanilla. Mi dieta durante el viaje fueron galletas, galletas, galletas y galletas, con la botella de agua del tren, rellenada en el grifo del hotel. Por si no lo he dicho ya, el agua del grifo de Finlandia es más pura que cualquiera que se pueda comprar embotellada.

Creo que en mi vida he pasado más miedo en transporte público. Esa cara de Flanders que tenía el chofer era mítica. Con su bigotillo y todo. Pues el bueno de Ned caló el autocar en varias ocasiones, algo inédito para mis sentidos hasta la fecha, tuvo que maniobrar varias veces para salir en línea recta, y en una de las paradas se dejó el freno de mano sin poner... cuesta abajo, y yo delante de las 20 toneladas. Menos más que me avisaron a tiempo. El bus estuvo descontrolado durante varios metros, hasta que golpeó un montículo de nieve y se detuvo. Llegados a la parada de Iisalmi, se cambió el conductor. Por supuesto, tampoco llegué a dormir en este trayecto.

Es increíble la ubicación de algunas paradas. La última antes de llegar a Savonlinna estaba en medio de la nada. Era noche cerrada, y a nuestro alrededor sólo se veían algunas farolas iluminando la calzada. Un punto a favor de esta tierra es que las carreteras nacionales están iluminadas, al menos parcialmente. Pero aparte de esto, ni una casa, ni una chabola, cobertizo, o construcción de ninguna clase alrededor. Pero allí estaba el poste con el cartelito azul del autobús. Y tres personas se bajaron. ¿Dónde iban?

Así que el resultado fue: un dineral gastado, muchas horas de sueño atrasado, casi 4GB de fotografías y una muy agradable experiencia en la memoria que estaría dispuesto a repetir muchas veces, en verano; y al menos unas más en invierno. Sólo una en invierno porque mi objetivo personal no se cumplió: Ver la aurora boreal. Después de ciertas preocupaciones, pensamientos extraños y dolores de cabeza provocados por la ilusión, mi sueño de infancia sigue sin cumplirse. Pez Gordo® no ha querido que sea en esta ocasión. Sigo esperando...

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