miércoles, 1 de febrero de 2012

Un regalo llegado del cielo (O de España)



En palabras traducidas de una de las más grandes voces que la historia de la música ha tenido, Farrokh Bulsara (Freddie Mercury para los menos puestos; el cantante de Queen para los mequetrefes amantes de la música actual), lo quiero todo. Y entre ese todo, también se encuentran los deliciosos alimentos típicamente españoles que tanto echo de menos.

Esta tarde abrí el buzón de correos y me encuentro una notificación que no había visto antes, ya que el buzón 606 de mi portal también está ocupado por un par de cartas para un tal Piotr Jarmoszuk. Ni la más remota idea de quién es, pero supongo que el anterior inquilino.

Es la notificación de llegada de un paquete desde España, cuyo remitente es mi padre. Así que aprovecho que Cristina va a hacer la compra para acompañarla, y a la vuelta, pasar por la oficina de correos, que aquí se llama Posti. Para llevarlo todo con más comodidad, tomé la bicicleta. Por cierto, nos encontramos con Elina en el Citymarket, que nos sorprendió por la espalda cuándo ella llegaba y nosotros ya nos íbamos.

Llegamos a susodicha oficina, muertos de frío, porque en Finlandia también tienen derecho a sufrir olas de frío, si no estábamos a -30ºC, poco faltaba. Entro, y la única trabajadora estaba ocupada, así que me toca esperar un poco. Tras liberarse, le muestro mi acuse de llegada y me empieza a hablar en finés. Y yo con mi cara de ¿? le suelto... Sorry? Me pedía una identificación. Tras ello, me suelta el paquete, una caja de 10,8 kilogramos. La montamos en la bici como buenamente pudimos y a casita, que parece que refresca.

Llegamos y subo las cosas en el ascensor y después a casa. Con mucha paciencia y con la navaja en la mano me coloco delante del paquete. Empiezo a quitar el envoltorio de papel reciclado. Accedo a la caja en sí, protegida por varios metros de cuerda de polipropileno que hacían de asa para transporte. Algo muy de agradecer a mi padre. Después descubriría que el 30% del peso del paquete corresponde a embalaje.

Abro la caja y encuentro un montón de plástico de burbujas. Parece poco halagüeño, igual sólo hay piedras, y han rellenado con esto... Pero no, justo debajo dos paquetes de fartones; pero los fartones, sin su correspondiente horchata, no son nada. Efectivamente, un poco más abajo, había dos botellas de horchata. Y paquetes, muchos paquetes, de chorizo, salchichón, jamón, lomo a la tabla, lomo embuchado... Deliciosidades típicas españolas que echaba de menos. Y que todo viajero español, con apetito de carnívoro como yo, echará de menos si sale del país.

Creo que en pocos días engordaré un montón. Mi compañero de piso, Zülküf, es musulmán, pero lo de las prohibiciones alimenticias se las salta... Afortunadamente para mi, no es aficionado al cerdo, por lo que estas provisiones durarán más. De todas formas, espero que duren bastante, ya que esto no ha salido muy barato a mi familia...

No sé como saldrá la cosa, pero yo ya he empezado el salchichón de matanza.

Aparte de todo esto, también había algunas camisetas, entre ellas la de Casillas, para poder ir a ver el fútbol al Happytime; dos pares de zapatos, unos pantalones y un despertador de verdad, y no el del móvil.

Esto ahora me causa algunos problemas, y es ver cómo ordeno yo todo esto, y el autor no es precisamente bueno en eso.

En otro orden de cosas, hoy he descubierto como funciona la sauna comunitaria. Abrí la puerta de las habitaciones anexas a la sauna y me puse a leer los horarios en la puerta de la misma sala. Y mientras leía, abre desde dentro un chaval... con todo su órgano reproductor al aire. ¡Ay qué poquito tardé en salir! Pero volveré, lo juro. Y con mi órgano reproductor al aire, también.

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