...pues escribo un poquito más para todos.
Hoy es el turno de mi ropa. Eso supone que es la segunda colada en mis 22 años. La primera fue exitosa, pero no tenía ningún secreto, sábanas, fundas de almohada y demás, todo blanco. Hoy tocaba el verdadero reto, y con la actitud de:

Bueno, la ropa ya se ha lavado, y ahora está en proceso de secado. ¿Secadora? No, gracias. Algunas prendas de las que he metido sé que puede encoger, pero soy incapaz de distinguir cuales (Yo también tengo mis limitaciones), por lo que las puse todas en el tendedero. Antes de que alcéis las campanas al vuelo preguntando cómo se seca la ropa en un tendedero a tantaytantos bajo cero, he de decir que el tendedero está en una habitación contigua a la lavandería. En dicha sala no hay más que un tendedero estándar, con sus cuerdas y sus poleas, de pared a pared, una tabla de plancha, y una máquina grande, plateada y muy ruidosa. La máquina es un deshumidificador:
Ahora, dejando de lado, definitivamente la ropa, tomo otros temas. Esta mañana, he quedado con otra chica española en Savonlinna. Se llama Cecilia, estudia Farmacia (De parte de la Universidad de Kuopio y no de la de Mikkeli), y es santanderina residente en Barcelona. Dado que lleva aquí un tiempo más que yo, me ha advertido de ciertos problemas de la vida por estas tierras. Hay que dejar algún recipiente con agua en la habitación, para evitar que la calefacción central, siempre más alta de la cuenta, reseque demasiado el ambiente hasta niveles peligrosos. Es por ello que llevaba unos días despertándome con un sabor extraño en la boca; ella llegó a ir preocupada al hospital.
Nos dimos una vuelta por la urbe, me saqué el carné de la biblioteca municipal (Kirjasto en finés) y nos comimos un Lörtsy, plato típico. Sinceramente, esperaba algo más. No hice fotos del elemento, pero imaginaros un kebab en pan de pita. Es lo mismo, sólo que el pan está relleno de carne y arroz; y por dentro, en vez de carne picadita, verduras y salsa, tiene trozos de un tipo de salchicha finlandesa muy gorda. Malo no estaba, pero no es ninguna delicia.
Cuando se fue, después de comer, fuimos Cristina y yo a casa de Elina, que nos invitó a un té y a un trozo de tarta de queso que hizo con su hermana esta semana. Me veo obligado a añadir que, a este paso, acabo acostumbrándome antes al té que a otras cosas. Yo, que nunca he bebido de eso, me estoy hinchando aquí: Zülküf lo hace, Elina lo hace, Cristina lo hace, Joana y Helena lo hacen... Y tampoco es que el té sea santo de mi devoción (Si Google Translate es capaz de traducir esto con la frase hecha en inglés, el resultado será la bomba), pero queda un poco feo que todos estén tomándolo y yo mire.
Y bueno, dado que mi compi esmírneo quiere ir a pasear en bici un rato, y mi ropa debe estar ya seca, voy a ir despidiendome por hoy. Por cierto, mañana hablaré sobre las elecciones nacionales que se están celebrando. Sí, celebrando, en presente continuo.
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