lunes, 5 de marzo de 2012

Vilna


 Ya he vuelto de mi viaje por Lituania en general y Vilnius en particular. Sé que he estado ausente durante mucho tiempo, pero no había acceso a internet, por eso el viaje se merece una megaentrada. La cosa es que el viaje ha tenido varios frentes, por lo que lo dividiré en varias entradas.

Y comienzo hablando sobre el destino principal, Vilnius. En el video se ve al señor alcalde de la ciudad, utilizando un tanque para luchar contra los coches mal aparcados. La verdad es que en Lituania cada uno aparca cómo, cuándo, y dónde le da la gana, incluso peor que en España. Sé que existen pegatinas con un eslógan que dice "No me hagas que coja el tanque", pero no fui capaz de encontrarlas.

Vilnius Vilna, dícese de la ciudad capital de Lituania, situada al sureste del país con una población ligeramente superior al medio millón de habitantes. Tengo el vicio de decir Vilnius, pero su nombre en castellano es Vilna.

¿Y qué puedo decir sobre ella? Es una ciudad muy bonita, con un pero. Un pero muy grande y de unos 80 años de duración. Introdúcete en la Vilna más antigua o en la más moderna y verás una ciudad muy bonita. Atrévete a entrar en los barrios de estilo soviético y pasarás miedo. Parece que va a salir algun miembro del KGB llamado algo así como Mindaugas, Gediminas o Vytautas de cualquier portal, apuntándote con un Makarov de nueve milímetros, y diciéndote que eres un disidente y que te van a mandar a algún GULAG en mitad de Siberia. Y si no me creéis, juzgad por esta foto:


La luz del día y el blanco de la nieve quitan un poco de tensión al asunto, pero imagináos una calle llena de edificios así, a la una y media de la madrugada, que fue mi hora de llegada. Escalofriante.

Y bueno, la residencia dónde me alojé parecía mismamente el sueño de un tal Stalin. Léase una torre de 16 plantas, todas exactamente iguales por dentro y por fuera, con un antiséptico exterior de cemento, cocinas compartidas por aproximadamente 40 camaradas y ascensores de unos 30 años de antigüedad, con sus botones en cirílico y todo:

Afortunadamente, las habitaciones estaban medianamente remodeladas y parecían incluso acogedoras. De hecho, creo que la cama que probé allí era hasta mejor que esta que está apenas a metro y medio de mi posición. Pero bueno, me pongo con lo importante.

Dejando un poco de lado el hecho de que mi guía personal es un tanto impuntual, nos lo pasamos bien. Los primeros días, a causa de las clases matutinas, apenas hicimos nada, leves paseos por la tarde, teterías, souvenires, iglesijas (Iglesija a conciencia, aunque no es la palabra correcta, todo en lituano acaba en -ija), y trolebuses. Nunca había subido en uno de esos hasta hace unos días, por un módico precio de 1,25 litas (0,30€ más o menos), resulta curioso saber que funcionan a sólo 24V.

Souvenires, bueno, quien vaya a Lituania encontrará ámbar, ámbar, ámbar, lino, ámbar, matrioskas, ámbar, madera y ámbar, así que a falta de Swarovski, pues un erizo de ámbar y unos guantes de lana lituana para mi hermana. Todavía no sé que comprar a mi padre, de no ser porque salía por un pico, encontré un sombrero militar con sus condecoraciones... Para mi, bueno, me conformo con tener una moneda de cada y dos billetes diferentes. Mi hermana también me pidió en su día una de esas sudaderas con nombres de universidad; bueno, no las hay de la MAMK en Savonlinna, así que busque las de la Universidad de Vilna. Desafortunadamente para ella, aunque existen, universidad en lituano se dice universitetas, así que se quedó en la tienda la sudadera.

Sinceramente, me quedé con ganas de ver el Museo del Holocausto de la ciudad, pero no hay tiempo para todo. Aunque no tiene nada que ver con el viaje, quisiera plasmar una impresión personal sobre el asunto que discutí con María durante una de las tardes. No sé lo que pasará por estos lugares, pero me parece lamentable que en España la gente se siga asombrando por esto (Bueno, si esto pasa en países que lo han vivido en primera persona, ya es para emigrar directamente) del Holocausto. Es increíble que la gente siga yendo al cine a ver películas de la Segunda Guerra Mundial sin saber las atrocidades que se cometieron en la época, y por tanto, a lo que se arriesgan a ver.

La verdad es que, según me dijeron, los museos de la ciudad no tienen mucho que ver, excepto el que acabo de citar, así que nos limitamos a iglesias y catedrales. Infinitas para una ciudad relativamente pequeña. Pero tiene su explicación: las hay católicas, ortodoxas, luteranas, sinagogas, y de 736 credos diferentes. Las hay pequeñas, grandes, enrevesadas, sencillas, totalmente restauradas, semiderruidas, o estilo Kremlin:

Y lo de semiderruidas, pues os podéis imaginar el motivo. En este lugar la guerra se vivió intensamente, además de sufrir las consecuencias del estado soviético. Muchas de estas iglesias, todavía hoy, están en proceso de restauración. Se nota que están haciendo muchos esfuerzos en dejarlo todo lo mejor posible. Vilna fue hace unos años Capital Mundial de la Cultura, por lo que muchos de los monumentos tienen carteles explicativos en el exterior.

Quizás la iglesia de mayor significado sea una de las más sencillas, pues apenas es un puente sobre una calle. Se accede por unas escaleras y, tras subir unas dos plantas, giras a la derecha y ahí está. Una sala de unos 20 metros cuadrados sobre la calle. Hace un tiempo, un tal Juan Pablo II estuvo aquí mismo rezándole a la Virgen negra de la imagen:

Resulta curioso que en todas las iglesias, las imágenes veneradas están rodeadas de incontables figuritas de plata. Me contaron que la gente que padece problemas de salud, suelen llevar una figura en plata de la parte de su cuerto con problemas, que se clava en la pared junto a la imagen. Verás montones de corazones, piernas, brazos, manos...

Pero lo que más me llamó la atención fue el barrio bohemio de Užupis, autoproclamado como república independiente, aunque el resto del mundo lo tomó como al pito del sereno. En su propia Carta Magna, alguno de los artículos más curiosos son: Todo el mundo tiene derecho a tener perro o gato. Todo perro está obligado a querer a sus amos. Todo gato tiene derecho a NO querer a sus amos.

Aquí MJ feliz porque encontró un cartel que decía: "No hay rutina". Al igual que el resto de la ciudad, el barrio-ciudad-república independiente se encuentra en plena remodelación.

Dentro de unos años, cuándo hayan acabado la reconstrucción, creo que va a ser un destino turístico muy interesante. También lamento no haber visitado zonas más modernas, pues hay varios rascacielos de reciente construcción.

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