sábado, 24 de marzo de 2012
Mucho nuevo...
Varias cosas que contar, por eso la canción en un poco ambigua con respecto al contenido. Como no hay ninguna que tenga algo que ver con todo, pues una que no tenga que ver con nada. Y encima en español, que hacía miles que no ponía una.
La verdad es que no he escrito mucho últimamente porque tampoco ha acaecido ningún suceso digno de una antención especial, así que hay que esperar a tener un cúmulo de hechos menores y suficientes ideas para conectarlas entre ellas.
Los pasados días 21 y 22 había algo especial en Savonlinna pero tremendamente familiar, un mercadillo. En Almería los veo (Veía) junto a mi casa cada sábado, y en otras partes de la ciudad en otros días de la semana, pero aquí sólo hay tres al año. ¿Y en qué se diferencia un mercadillo español a uno finlandés? Pues poco, porque se venden la misma clase de cosas, tiene más o menos la misma estructura y porque la mayoría de puestos (Y esto es sorprendente) están regentados por, sorpresa, gitanos. Sí gente, en Finlandia también hay gitanos.
La versión finesa de Juan de Dios Cortés Heredia no se pone a berrear, en Finlandia no hacen ruido ni los gitanos; pero no puedo decir si sueltan por la boca cosas tales como: "Venga Marías tres pares 5€". Minä puhun vähän suomea. Lo que sí sé es que, lo de los 5€, seguro que no lo dicen. Hasta los mercadillos son caros aquí. Había jerséis que me gustaron mucho, con pinta de ser bastante calentitos, con dibujos claramente nórdicos, pero igual de Made in China que los que se venden en España. ¿Cuánto? 39€
La mayoría de puestos vendían regaliz, quizás el alimento más típico de Finlandia, pero de esos de colores y de 1 metro de largos. Fui con Cristina, y en el primer puesto que vió dijo: "Uno de cada". 32 regalices diferentes de un metro por el módico precio de 22€, la verdad es que tuvo un arrebato consumista en este mercadillo. Era curioso, pero algunos de dichos regalices estaban en cajas que ponían: Golosinas Vidal, Molina de Segura, Murcia (ESPAÑA). ¿Qué?
Pero había más cosas, varios puestos de makkara, versión finlandesa del perrito caliente y otros de esos que salen por la tele y que te ponen boquerones en un cartucho de papel de estraza. O al menos parecían boquerones y papel de estraza. Y este mercadillo es el primero que veo en el que se venden filtros de aire.
¿Yo? Yo hice gala de todos mis conocimientos de finlandés y me acerqué a un puesto de bollería, preguntando: Sa maksaa? Respondiéndome la señora: Viisi euroa(5€). Así que por un billetajo me llevé unos bollos que estaban muy buenos. Me abstuve de gastar 29,90€/kg en dulce de azúcar (Quiero hacer notar que creo que la traducción de fudge al español es un poco estúpida), por muy buena pinta que tuviera. El mercadillo se vió marcado por algo que vi por primera vez en esta ciudad, lluvia.
¿Qué más? Ayer salimos a tomar algo, pero Happytime cobraba 14€ por entrar. La opción B era ir a Sillansuu, un pub irlandés un poco más lejos, pero estaba lleno. La opción C era ir a Sylvester, el pub-karaoke del que hablé hace un tiempo por un motivo no muy agradable. Allí nos metimos y afortunadamente había espacio para todos en sofás bastante cómodos.
Lo que no fue cómodo fue el encuentro con Jukko-Pekka (O al menos ese dijo que era su nombre). ¿Y quién es Jukko-Pekka? ¡Y yo qué sé! Varón prototípico finlandés de unos 50-55 años. Tened en cuenta que lo de prototípico incluye ebrio. Como ya dije, el finlandés borracho no es agresivo, pero sí molesto. No dudará en sentarse a tu lado si ve 3 centímetros de banco libres, empieza por presentarse, te estrecha la mano y te habla sin venir a cuento.
Ahora hay dos opciones, que preste atención al grupo hablando en inglés y balbucée la lengua shakespeariana o que no se entere y te hablé en finés. ¡Premio! Así que tras presentarme yo también y decirle en ymärrä, Karri y Ville, amigos locales se pusieron a darle conversación. Pero yo pegué la oreja, aprovechando que el tío hablaba despacio. Me enteré de que es profesor (¿?¿?¿?), y poco más, así es este idioma.
Y me fui, porque hoy hemos tenido viajecito a un par de conventos. Valamo y Heinävesi, ortodoxos. Bueno, turismo de iglesias, del aburrido, no hay mucho que contar, una fábrica de velas y mucha nieve. Además, el segundo convento olía a quemado. La verdad es que se le prendió fuego hace unos días por un cortocircuito, y aún huele a tostado. Pero en una de las tiendas de souvenires encontré un sobre de sellos finlandeses, regalo para mi filatélico abuelo. Durante el viaje, pasé por primera vez en mi vida por uno de esos transbordadores-puente: Llegas al lago, no hay puente, sino un barco que te lleva hasta el otro lado.
Aquí la foto que lo demuestra. La cosa es que llegamos, subió el autobús, y el operario que lo controla tenía su descanso para el bocata del desayuno. Estuvimos unos 20 minutos en la plataforma esperando a que se lo terminara; todos abajo y a echar fotitos.
Hablando de bocatas, para el viaje necesitaba comida, así que ayer di el más rápido viaje al súper en bicicleta que recuerdo, para comprar una barra de pan y tomates, almerienses, por cierto. Pues me hice mi comida de hoy, un bocata de paleta y tomate. Qué bueno estaba... Creo que voy a hacerme otro.
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