martes, 6 de marzo de 2012

Atravesar Finlandia y Lituania en bus


Es lo que tiene el turismo de bajo coste, que el transporte es una pena; pero el ahorro es el ahorro. Sale un autobús de Savonlinna las 7 de la mañana en dirección Lahti, separadas 232 kilómetros (Parece el comienzo del ejercicio difícil del examen de mates), autobús que tomo. Me senté expresamente en el primer asiento para ver el camino.

Y nos quejamos de los radares en España, aquí los hay en perfectas rectas, cada 5 o 6 kilometrajos; y aquí encima te echan la foto de cara, y no de culo. Hay muchísimos, supongo que la mayoría serán de pega y los verdaderos los cambian de posición de vez en cuando. También un montón de señales de peligro por cruce de alces, pero no vi ninguno.

Dicen que cuando conduces por Finlandia corres el riesgo de que se te cruce un bicho con cuernos muy grandes, a saber renos y alces. Si inevitablemente los atropellas, mejor el reno, que es más pequeño; pero si eres capaz de esquivarlo, que sea un alce, pues aunque posiblemente este sea más grande que tu coche, un alce siempre camina hacia delante y nunca da la vuelta, pero el reno es impredecible y puede cambiar de idea en mitad de la carretera.

Viaje sin mayores incidentes, por lo que llegué a Lahti en hora, tocaba esperar 40 minutos para el siguiente autocar, destino Támpere. De nuevo, sin mayores contratiempos. Una vez en Támpere, bajé del aparato y me dispuse a caminar hasta Pyynikintori (Tori significa plaza, ni idea del resto). Aunque mi teléfono tiene GPS, fui capaz de llegar por mi cuenta. Pyynikintori se trata de una explanada dónde paran varias líneas de autobuses urbanos. Localicé la parada del que lleva al aeropuerto y esperé a que llegara. Y llega, y pregunto a la conductora:

-Anteeksi, does this bus get to the airport?

-NO, number 61!

(Aclaración, anteeksi significa perdón en finlandés)

Ay que miedito me dio la señora. Total, que tocaba esperar casi una horaza hasta que llegara el 61. Así que me di la vuelta y vi un kebab, y entré y obviamente... pedí un kebab para hacer tiempo. Yo pensaba, bueno, en Támpere hay como medio millón de habitantes, el aeropuerto tiene que ser medianamente grande. Craso error, pero eso es otra historia.




Y una vez en Kaunas, hay que desplazarse hasta Vilna. Después de un fallo a propósito de la peor compañía aérea de la historia, Ryanair, salgo del aeropuerto para buscar el autobús que me llevaría hasta Vilna y del que ya tenía el billete. Y salgo de la terminal y se me acerca un taxista apresurado gritándome:

- Kaunas or Vilnius?

- Vilnius

- Chu jandre litas!

- No thanks, I have already booked the bus.

- Chu jandre litas!

- No thanks.

- Yes, chu jandre litas! 

- Go away!

Así de locos están los taxistas por Lituania. La verdad es que parece que no sólo al sur de Europa le ha tocado la crisis. Pero bueno, el microbús que me llevó hasta Vilna estaba bastante bien, con un conductor joven y bastante agradable que guardó mi equipaje en el maletero, y llegué sin contratiempos.

Ya que fuera igual el de sentido inverso.

El microbús era exactamente el mismo, pero el conductor era otro muy diferente. Tuve que llamarle yo a la ventanilla para que me abriera la puerta, no quiso que mi maleta fuera en el maletero, que la llevara conmigo, y que venga que hay prisa, pero allí estuvo haciéndonos esperar a los pasajeros un buen rato.

O el chavalote iba con un poco de vodka de más o no sabía conducir muy bien. En esa autovía lituana, el microbús daba demasiados bandazos por el viento, daba preferencia a todo el mundo fuera cual fuera su situación y apenas soltaba el acelerador cuando cambiaba de marcha. Bah, él sabrá. Ya no tengo que sufrir más por eso. Pero durante el viaje vi algo un tanto peculiar en la autovía. Señales de las que pude deducir que ponía: Velocidad máxima 100 km/h por haber peatones cruzando la vía. ¿Peatones cruzando la autovía? ¿Reducir sólo a 100 km/h? Pues sí, como el significado de las señales está reglado internacionalmente desde 1968 por la Convención de Viena (Curiosamente, España no la firmó) es fácil reconocer lo que ponen, incluso si el texto no está en tu idioma. La cosa es que las paradas de autobús están en el mismo arcén de la autovía, por lo que los peatones las suelen cruzar.




Para terminar esta segunda parte del viaje a Lituania, el autobús de regreso a Savonlinna desde Támpere. Una larguísima historia que escribiré mas tarde. Espero que mi madre no me mate después de escribirla.

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