miércoles, 25 de abril de 2012

Hoteles


Hotel Moscow, ahí fue donde nos alojamos que, ironías de la vida, está en San Petersburgo (Obviamente). La búsqueda por internet me dijo que no tenía muy buena reputación entre los usuarios, pero sinceramente, a mi me gustó.

La verdad es que el hotel en sí no tenía nada de especial. Un edificio que por su arquitectura demuestra tener ya unos 30 años, aunque está renovado. A orillas del río Neva, que atraviesa la ciudad en una línea no muy recta; bien comunicado por transporte público, y al comienzo de Nevskiy Prospekt, la calle principal de San Petersburgo.

Bueno, sí hay una cosa que no me gustó, pero esto se puede extender a todos los hoteles y casas de la ciudad. El agua del grifo era de todo menos agua:

Está muy bien que todas las calles estén perfectamente limpias o que todos los semáforos te digan cuanto tiempo les queda en verde; pero creo que este tema debería estar más arriba en su lista de preferencias.

Y otra cosilla. El edificio puede tener 200 metros de una punta a la otra, pero el señor arquitecto era poco listo y puso la recepción en un extremo, haciendo que el camino hasta la habitación, que compartí con Iiro, fuera un buen paseo. Nuestra habitación no daba al río, sino a la parte trasera, a algunos edificios en mal estado y poco atrayentes; qué lástima, las del otro lado tenían vistas muy bonitas.

Desayuno de buffet, de los que me gustan, para comer infinitas tortitas con mermelada, yogur con cereales y bollos varios. Había que comer mucho para tener que comer lo menos posible a lo largo del día, que por mucho que se diga, San Petersburgo es una ciudad cara. Bueno, había McDimitri, Burger Zar y Kaliningrad Fried Chicken McDonald's, Burger King y Kentucky Fried Chicken, pero también eran tirando a carillos.

Y en las habitaciones, televisiones, hacía mucho que no veía la tele. Más aún que no la veía en español. Para ser sinceros, era un canal ruso en el que se emitía en español, con acento ruso. Y hasta que no sales fuera y lo ves, no sabes hasta que punto se trastocan las noticias. Todo el mundo sabe que en España la cosa está muy mal, pero esa entrevista hecha a unos gitanos que vivían en una flagoneta furgoneta...

Pero visitamos más hoteles. Primero el Corinthia, un cinco estrellas con fallos típicos de la Fonda la Paca. Sí, todo muy bonito y caro, pero yo no me esperaba encontrarme la caja de diferenciales perfectamente visible en medio de la habitación, y a los obreros paseando tuberías y materiales varios por las zonas comunes. Para el que no lo sepa, los hoteles tienen pasillos por los que pasa especialmente el personal.

Y después el Pribaltiskaya, un 4 estrellas al que le hubiera quitado una de ellas de un palmetazo: ¿No tenéis aire acondicionado? Por mucho parque acuático, restaurante en el piso 16 y demás, es un fallo muy grande. A cambio, volví a ver el mar, por primera vez desde el 9 de enero, desde susodicho restaurante de la planta 16; y nos dieron de comer. Perdón, pagamos para comer. Ensalada de col, borsch y pollo con arroz y alguna salsa extraña. No es la primera vez que como borsch, ya me enfrenté a él en Lituania, y sinceramente, no tiene nada de malo. Es algo así como una sopa de remolacha con queso.

Si tuviera que elegir entre los tres hoteles, me hubiera quedado con el primero, en el que nos hospedamos. Cosas que pasan.

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